miércoles, 11 de agosto de 2010

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Sábado | 24.04.1999 

El resurgir del fantasma de la Guerra Fría. 
Por BARRY SCHWEID(*)
WASHINGTON, Estados Unidos.- "¿Una nueva guerra fría?", se pregunta la respetada revista británica The Economist. El atractivo titular probablemente exagera el caso, pero la disputa de Occidente con Rusia es muy real. Con raíces en la expansión de la OTAN, los ataques aéreos a Bosnia y, antes de ello, la guerra con Irak, la brecha con Moscú se está haciendo más profunda a medida que los aliados vapulean a los serbios en Yugoslavia, la prima ortodoxa de Rusia.
Rusia está boicoteando la cumbre de la OTAN y los diplomáticos rusos están haciendo todo lo posible por pintar al presidente yugoslavo Slobodan Milosevic como un líder balcánico con quien los aliados pueden negociar. Los líderes de la OTAN reconocieron el "importante papel" de Rusia en la solución de la crisis en Kosovo, pero dijeron que la diplomacia hasta ahora no ha pasado la prueba. En vísperas de la cumbre, Viktor Chernomyrdin, ex primer ministro que actúa como mediador de Rusia en Kosovo, dijo que Milosevic estaba dispuesto a aceptar una "presencia internacional" de las Naciones Unidas para resolver el conflicto. En la medida en que las relaciones con Rusia se enfrían más, algunos analistas ven el peligro de que se forme una coalición anti-Occidente con Moscú como centro. Es más ya se había insinuado un eje entre Moscú, Pekín y Nueva Delhi como vértices de un poder alternativo a escala mundial, tendencia que puede acentuarse en caso que el poder de Yeltsin aún se vea más comprometido.
Spurgeon Keeny, presidente de la Asociación de Control de Armas, dice que el diferendo pudiera frustrar la ratificación del tratado START II de, 1993, que promete drásticas reducciones en los arsenales nucleares de largo alcance de Rusia y Estados Unidos. "A menos que haya una pronta solución en la crisis de Kosovo con la participación de Rusia y la ONU en papeles centrales, existe el grave peligro de que no sólo no logremos progresos, sino de que se pierda lo que ya se ha logrado en control de armamentos", dijo Keeney.
La expansión de la OTAN hacia el este, con la incorporación de Polonia, Hungría y la República Checa, que eran ex aliados soviéticos, provocó la furia de las autoridades rusas. Varios importantes analistas estadounidenses y diplomáticos retirados también se opusieron, alegando que la OTAN estaba afectando a Yeltsin y otros en Moscú, cuyos vínculos con occidente eran atacados por airados nacionalistas y comunistas. Los encargados de la política del gobierno estadounidense no se han inclinado a minimizar los desacuerdos, ni los sentimientos de aislamiento de Rusia.
La secretaria de Estado Madeleine Albright ha puesto énfasis en la búsqueda de "objetivos compartidos" con Rusia. Moscú ve a Estados Unidos para recibir ayuda económica. Y aún después que Primakov canceló súbitamente las conversaciones que iba a sostener el mes pasado en Washington, dio instrucciones a los negociadores rusos a que trabajaran en los acuerdos de cooperación. Estos llegaron a un discreto acuerdo, que fue completado con champaña y tostadas, para rescatar un pacto sobre uranio que provee a Rusia de 12.000 millones de dólares por un período de 20 años.
Al mismo tiempo, Rusia ha enviado un buque al Adriático para realizar trabajo de inteligencia, suspendió su relación con la OTAN y, encabezada por Yeltsin, lanzó una serie de declaraciones de condena contra Estados Unidos y sus aliados. El futuro de Rusia parece, sin embargo, intrincadamente vinculado a Occidente. El alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, un importante candidato para suceder a Yeltsin, dijo que la OTAN está provocando a Rusia, pero admitió que "la nueva Rusia democrática no reerigirá la Cortina de Hierro".
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